Una parte de la lección anterior abordó el asunto de que para el pensamiento hebreo es necesaria una retribución después de la muerte y que esta retribución más allá de la historia tiene que ser completa y total, y para que sea así la persona debe ser total es decir debe poseer basar (cuerpo) .
Entramos en un nuevo tema, la discusión de la resurrección de los cuerpos. Los textos de referencia son del canon griego y nos traen toda la terminología griega pero aplicada a conceptos hebreos y no siempre ha sido bien asimilado en el mundo cristiano influenciado por el mundo griego, y al pensar en cuerpo y alma no lo hacemos bajo criterios hebreos, no pensamos en el sentido hebreo sino en el sentido platónico. Entonces partimos de dos dimensiones separadas e incluso no necesarias entre sí.
El yo para hebreo es basar, nefesh y ruah, pero para el mundo griego para ser yo solamente necesito ser alma y no es necesario el cuerpo, mi yo integral está centrado en mi alma. Esto lleva a extremos de interpretación como herejías, el maniqueísmo como desprecio para todo lo material, o dentro del mundo de los franciscanos con los movimientos cátaros desprecio por la estructura social y humana.
La visión maniquea también irá unida al gnosticismo en la que el desprecio por la materia lleva a una sobrevaloración del camino de interioridad, entonces entre más me abstraigo del mundo material más se siente cercano a Dios.
Del impacto de la educación griega en los romanos y estos luego educando a los cristianos es que nos viene la interpretación del ser humano desde la la óptica griega.
A San Agustín se le critica de tener un ideas maniqueas ya que participó de este grupo, y también a otro de los grandes Padres de la Iglesia se le achaca algo debido a su participación en el montanismo (negaban la consagración con vino al considerarlo impuro).
El origen de esta concepción lo tenemos en dos libros que no son parte del canon hebreo, Macabeos y Sabiduría.
2 Macabeos 6,30: “Cuando estaba a punto de morir por las heridas, dijo entre gemidos: — Quede patente al Señor, poseedor del santo conocimiento, que aun pudiendo librarme de la muerte, soporto fuertes dolores en mi cuerpo al ser flagelado, pero en mi alma lo sufro con gusto por temor a Él”.
En el pensamiento hebreo tradicional lo que siente el cuerpo lo siente la totalidad del ser, aquí el lenguaje deja ver una separación al decir que puede soportar en el cuerpo mientras el alma se purifica. Interpretado fuera de contexto puede llevar a una interpretación de dualidad, introduciendo un tema peligroso como el de la inmortalidad del alma.
Por su parte el libro de la Sabiduría es un libro piadoso que alienta al que sufre diciéndole que al final la muerte no destruye al hombre sino que la vida del justo está en manos de Dios. Pero para referirse a la vida totalidad de la vida del justo utiliza en las traducciones el término “alma” , entonces se lee “el alma de los justos está en las manos de Dios”. Y por ende cuando el hablante griego leía esto concluía que el alma y no el cuerpo es lo que está en manos de Dios. En el fondo “alma” lo que traducía era el término hebreo “nefesh” como principio vital que le da vida al “basar” por tanto no hay separación.
El tema de la retribución individual va tomando fuerza en los escritos bíblicos:
Dios debe colmar al hombre en su sed de equidad: no puede castigar al justo aún cuando haya de sacarlo un momento del šeol para recompensarlo (Job 19,25ss). Dios no puede tampoco dejar sin respuesta la llamada del hombre que aspira a unírsele definitivamente (cf. Sal 16,9ss).: si «llevó» consigo a Elías o Enoc, ¿por qué el justo no habría de ser también «llevado» cerca de Dios (Sal 49,16; 73,24)?
La persecución de Antíoco Epífanes, al suscitar mártires, arrastra a los creyentes a la certeza de una recompensa más allá de la muerte mediante la resurrección (2Mac 7; cf. Dan 12,1ss). Esta. fe en la resurrección la implica el libro de la Sabiduría a través de la creencia en la inmortalidad (Sab 3,1; 4,1): cuando tenga lugar la visita de Dios en el último día los justos vivirán para siempre en la amistad de Dios, y en ello consiste su salario (cf. Sab 2,22; 5,15), un salario que es también una gracia (cf. 3,9.14; 4,15), que rebasa infinitamente el valor del esfuerzo humano.(León-Dufour, pág. 783-Retribución)
Pese a que en el Libro de la Sabiduría nunca se describe la muerte como separación del cuerpo y alma queda una duda razonable en el texto:
Sb 9,15: “Pues un cuerpo corruptible oprime el alma, la tienda terrenal oprime la mente, llena de preocupaciones”.
Uno de los textos que refleja el pensamiento platónico al presentar de algún modo desprecio por el cuerpo y sobrellevando la dimensión del alma deja ver algo de dualismo.
Israel llega a la convicción que en este mundo los justos no reciben la retribución que corresponde, tienen que esperar la vida eterna. Y para recibirla tiene que ser una persona en su totalidad, no implica desechar el cuerpo porque no hay vida sin cuerpo. Para el judío el cuerpo pertenece a la esencia de cada ser humano.
No se puede hablar de vida sino se sale del sepulcro. El anuncio que hacía Joel del Día del Señor y que retoma el evangelio mateano al mencionar la muerte de Jesús diciendo que los muertos caminan y los sepulcros se abren, significa que todo vuelve a la vida, pues si algo está vivo no puede permanecer en el sepulcro.
Esto lleva a la convicción que tiene que haber una resurrección del cadáver, y de hecho va a dividir al mundo hebreo, los fariseos lo afirman los saduceos lo niegan. Esta convicción nace en que Dios es Dios de la vida y no de la muerte, por tanto no va a permitir la muerte del justo, si el justo no muere y está en las manos de Dios sigue siendo persona, no es una sombra de su existencia.
En Sabiduría capítulo cinco se encuentra una primera aproximación a la resurrección final, para entender que el alma por sí sola no es el yo, sino que para que haya un yo pleno y total debe existir un cuerpo, de modo que la inmortalidad es de toda la persona no solo del alma.
Sb 5,15-16: ”Los justos en cambio, viven eternamente; en el Señor está su recompensa, y su cuidado a cargo del Altísimo. Recibirán por eso de mano del Señor la corona real del honor y la diadema de la hermosura; pues con su diestra los protegerá y los escudará con su brazo”.
La afirmación de quien muere va a descansar en las manos de Dios es importante porque rompe todo culto hacia los muertos. Está vivo porque está en las manos de Dios, la vida de los muertos no depende de ellos mismos, sino porque Dios es aquel que sostiene la vida de las personas y no porque su vida por sí misma tenga la potencia para conservarse en la inmortalidad, caso contrario los griegos pensaban que el alma seguía viva por la fuerza misma de su propia condición.
Mi eternidad e inmortalidad vienen del hecho que Dios eterno sostiene mi existencia y como es el mismo que creó no me puede destruir, me creó para la eternidad. La garantía de la vida eterna no radica en la acción mía sino en la voluntad creadora de Dios. Solo Israel llega a esta convicción.
Is 26,19: “¡Revivirán tus muertos, mis cadáveres se levantarán! ¡Despertaos y gritad de gozo los que reposáis en el polvo, que rocío de luces es tu rocío, y la tierra devolverá a los difuntos!”
En textos contemporáneos a Sabiduría se va dejando de lado el lenguaje dualista y luego desaparecerá, se retoma el pensamiento hebreo al hablar de la resurrección de los cuerpos de los muertos. Estos que resucitan van a juzgados de manera personal, el juicio deja de ser una acción hacia el pueblo y pasa a ser de índole totalmente personal como lo deja manifiesto:
Dn 12,1-2: “Y en aquel tiempo será salvado tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza, para ignominia eterna”.
Si hablamos de la vida en toda su dimensión personal, el que resucita es una persona y de una forma y otra recibe el juicio de manera individual. Hay vida eterna y muerte eterna pero todos resucitarán para la eternidad. Incluso cuando se habla del polvo de la tierra se habla del cadáver porque en el sheol no hay descomposición, el hecho de hablar de polvo refiere a una dimensión material y corporal.
2 Mac 7,9.11: Estando en el último suspiro dijo: — Tú, malvado, nos borras de la vida presente, pero el rey del mundo nos resucitará a una vida nueva y eterna a quienes hemos muerto por sus leyes... Y dijo con dignidad: — De Dios he recibido estos miembros, y, por sus leyes, los desprecio; pero espero obtenerlos nuevamente de Él.
2 Mac 14,46: Estando ya desangrado del todo, se arrancó los intestinos y, tomándolos con las dos manos, los arrojó a las tropas e invocó al Dueño de la vida y del espíritu que se los devolviera de nuevo; y de esta forma murió.
Estamos hablando de una continuidad corporal. El cuerpo no es un accesorio del cual se pueda prescindir. Me puedo arrancar las entrañas … que el Dios de la vida me las va a devolver, el cuerpo es parte de todo el proyecto de Dios. Por tanto resurrección tiene que ver siempre con resurrección del cadáver para la vida eterna o para la muerte eterna. Por eso la tumba vacía es para Mateo el principal signo, vida significa que no hay cadáver. Y por tanto si Jesucristo no propone la misma vida que él ha recibido no puede haber cadáver en nuestra resurrección.
La resurrección individual: La revelación da un paso adelante con ocasión de la crisis macabea. La persecución de Antíoco y la experiencia del martirio plantean entonces en forma aguda el problema de la retribución individual. Es una certeza fundamental que haya que aguardar el reinado de Dios y el triunfo final del pueblo de los santos del Altísimo, anunciados desde muy atrás por los oráculos proféticos: (Dan 7,13s.27; cf. 2,44). Pero ¿qué será de los santos muertos por la fe? El apocalipsıs de Daniel responde: «Gran número de los que duermen en el país del polvo despertarán; éstos son para la vida eterna; los otros, para el oprobio, para el horror eterno» (Dan 12,2). La imagen de resurrección empleada por Ezequiel e Is 26 se debe, pues, entender en forma realista: Dios hará que los muertos vuelvan a subir del šeol para que tengan participación en' el *reino. Sin embargo, la nueva vida en que entren no será ya semejante a la vida del mundo presente será una vida transfigurada (Dan 12,3). Tal es la esperanza que sostiene a los *mártires en medio de su prueba: se les puede arrancar la vida corpórea; el Dios que crea es también el que resucita (2Mac 7,9. 11.22; 14,46); al paso que para los malos no habrá resurrección a la vida (2Mac 7,14). A partir de este momento la doctrina de la resurrección se convierte en patrimonio común del judaísmo. (Léon-Dufour, 1977, pág. 776-Resurrección)
Preguntas que genera el tema:
¿El cuerpo que resucita tiene la misma apariencia física de la persona?
¿Será que el término "cuerpo" debe interpretarse de manera más amplia y no circunscribirse al mero
aspecto físico?
¿Por qué se mantiene aún hoy día vestigios del pensamiento maniqueo?
Fuentes complementarias:
Léon-Dufour, X. (1972). Vocabulario de teología bíblica. Editorial Herder, Barcelona.