martes, 30 de junio de 2020

LECCIÓN 7. ¿Cómo se desarrolló en la Biblia el concepto de resurrección integral de cuerpo y alma?


Una parte de la lección anterior abordó el asunto de que para el pensamiento hebreo es necesaria una retribución después de la muerte y que esta retribución más allá de la historia tiene que ser completa y total, y para que sea así la persona debe ser total es decir debe poseer basar (cuerpo) .


Entramos en un nuevo tema, la discusión de la resurrección de los cuerpos. Los textos de referencia son del canon griego y nos traen toda la terminología griega pero aplicada a conceptos hebreos y no siempre ha sido bien asimilado en el mundo cristiano influenciado por el mundo griego, y al pensar en cuerpo y alma no lo hacemos bajo criterios hebreos, no pensamos en el sentido hebreo sino en el sentido platónico. Entonces partimos de dos dimensiones separadas e incluso no necesarias entre sí.


El yo para hebreo es basar, nefesh y ruah, pero para el mundo griego para ser yo solamente necesito ser alma y no es necesario el cuerpo, mi yo integral está centrado en mi alma. Esto lleva a extremos de interpretación como herejías, el maniqueísmo como desprecio para todo lo material, o dentro del mundo de los franciscanos con los movimientos cátaros desprecio por la estructura social y humana.


La visión maniquea también irá unida al  gnosticismo en la que el desprecio por la materia lleva a una sobrevaloración del camino de interioridad, entonces entre más me abstraigo del mundo material más se siente cercano a Dios. 


Del impacto de la educación griega en los romanos y estos luego educando a los cristianos es que nos viene la interpretación del ser humano desde la la óptica griega.


A San Agustín se le critica de tener un ideas maniqueas ya que participó de este grupo, y también a otro de los grandes Padres de la Iglesia se le achaca algo debido a su participación en el montanismo (negaban la consagración con vino al considerarlo impuro).


El origen de esta concepción lo tenemos en dos libros que no son parte del canon hebreo, Macabeos y Sabiduría.


2 Macabeos 6,30:  “Cuando estaba a punto de morir por las heridas, dijo entre gemidos: — Quede patente al Señor, poseedor del santo conocimiento, que aun pudiendo librarme de la muerte, soporto fuertes dolores en mi cuerpo al ser flagelado, pero en mi alma lo sufro con gusto por temor a Él”.


En el pensamiento hebreo tradicional  lo que siente el cuerpo lo siente la totalidad del ser, aquí el lenguaje deja ver una separación al decir que puede soportar en el cuerpo mientras el alma se purifica. Interpretado fuera de contexto puede llevar a una interpretación de dualidad, introduciendo un tema peligroso como el de la inmortalidad del alma.


Por su parte el libro de la Sabiduría es un libro piadoso que alienta al que sufre diciéndole que al final la muerte no destruye al hombre sino que la vida del justo está en manos de Dios. Pero para referirse a la vida totalidad de la vida  del justo utiliza en las traducciones el término “alma” , entonces se lee “el alma de los justos está en las manos de Dios”. Y por ende cuando el hablante griego leía esto concluía que el alma y no el cuerpo es lo que está en manos de Dios. En el fondo “alma” lo que traducía era el término hebreo “nefesh” como principio vital que le da vida al “basar” por tanto  no hay separación.


El tema de la retribución individual va tomando fuerza en los escritos bíblicos:



Dios debe colmar al hombre en su sed de equidad: no puede castigar al justo aún cuando haya de sacarlo un momento del šeol para recompensarlo (Job 19,25ss). Dios no puede tampoco dejar sin respuesta la llamada del hombre que aspira a unírsele definitivamente (cf. Sal 16,9ss).: si «llevó» consigo a Elías o Enoc, ¿por qué el justo no habría de ser también «llevado» cerca de Dios (Sal 49,16; 73,24)?

La persecución de Antíoco Epífanes, al suscitar mártires, arrastra a los creyentes a la certeza de una recompensa más allá de la muerte mediante la resurrección (2Mac 7; cf. Dan 12,1ss). Esta. fe en la resurrección la implica el libro de la Sabiduría a través de la creencia en la inmortalidad (Sab 3,1; 4,1): cuando tenga lugar la visita de Dios en el último día los justos vivirán para siempre en la amistad de Dios, y en ello consiste su salario (cf. Sab 2,22; 5,15), un salario que es también una gracia (cf. 3,9.14; 4,15), que rebasa infinitamente el valor del esfuerzo humano.(León-Dufour, pág. 783-Retribución)



Pese a que en el Libro de la Sabiduría nunca se describe la muerte como separación del cuerpo y alma queda una duda razonable en el texto:


Sb 9,15: “Pues un cuerpo corruptible oprime el alma, la tienda terrenal oprime la mente, llena de preocupaciones”.


 Uno de los textos que refleja el pensamiento platónico al presentar de algún modo desprecio por el cuerpo y sobrellevando la dimensión del alma deja ver algo de dualismo.


Israel llega a la convicción que en este mundo los justos no reciben la retribución que corresponde, tienen que esperar la vida eterna. Y para recibirla tiene que ser una persona en su totalidad, no implica desechar el cuerpo porque no hay vida sin cuerpo. Para el judío el cuerpo pertenece a la esencia de cada ser humano.


No se puede hablar de vida sino se sale del sepulcro. El anuncio que hacía Joel del Día del Señor y que retoma el evangelio mateano al mencionar la muerte de Jesús diciendo que los muertos caminan y  los sepulcros se abren, significa que todo vuelve a la vida, pues si algo está vivo no puede permanecer en el sepulcro.




Esto lleva a la convicción que tiene que haber una resurrección del cadáver, y de hecho va a dividir al mundo hebreo,  los fariseos lo afirman los saduceos lo niegan. Esta convicción nace en que Dios es Dios de la vida y no de la muerte, por tanto no va a permitir la muerte del justo, si el justo no muere y está en las manos de Dios sigue siendo persona, no es una sombra de su existencia.


En Sabiduría capítulo cinco se encuentra una primera aproximación a la resurrección final, para entender que el alma por sí sola no es el yo, sino que para que haya un yo pleno y total debe existir un cuerpo, de modo que la inmortalidad es de toda la persona no solo del alma.


Sb 5,15-16: ”Los justos en cambio, viven eternamente; en el Señor está su recompensa, y su cuidado a cargo del Altísimo. Recibirán por eso de mano del Señor la corona real del honor y la diadema de la hermosura; pues con su diestra los protegerá y los escudará con su brazo”.


La afirmación de quien muere va a descansar en las manos de Dios es importante porque rompe todo culto hacia los muertos. Está vivo porque está en las manos de Dios, la vida de los muertos no depende de ellos mismos, sino porque Dios es aquel que sostiene la vida de las personas y no porque su vida por sí misma tenga la potencia para conservarse en la inmortalidad, caso contrario los griegos pensaban que el alma seguía viva por la fuerza misma de su propia condición.


Mi  eternidad  e inmortalidad vienen del hecho que Dios eterno sostiene mi existencia y como es el mismo que creó no me puede destruir, me creó para la eternidad. La garantía de la vida eterna no radica en la acción mía sino en la voluntad creadora de Dios. Solo Israel llega a esta convicción.


Is 26,19: “¡Revivirán tus muertos, mis cadáveres se levantarán! ¡Despertaos y gritad de gozo los que reposáis en el polvo, que rocío de luces es tu rocío, y la tierra devolverá a los difuntos!”


En textos contemporáneos a Sabiduría se va dejando de lado el lenguaje dualista y luego desaparecerá, se retoma el pensamiento hebreo al hablar de la resurrección de los cuerpos de los muertos. Estos que resucitan van a juzgados de manera personal, el juicio deja de ser una acción hacia el pueblo y pasa a ser de índole totalmente personal como lo deja manifiesto:



Dn 12,1-2:Y en aquel tiempo será salvado tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro.  Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza, para ignominia eterna”.



Si hablamos de la vida en toda su dimensión personal, el que resucita es una persona y de una forma y otra recibe el juicio de manera individual. Hay vida eterna y muerte eterna pero todos resucitarán para la eternidad. Incluso cuando se habla del polvo de la tierra se habla del cadáver porque en el sheol no hay descomposición, el hecho de hablar de polvo refiere a una dimensión material y corporal.



2 Mac 7,9.11: Estando en el último suspiro dijo: — Tú, malvado, nos borras de la vida presente, pero el rey del mundo nos resucitará a una vida nueva y eterna a quienes hemos muerto por sus leyes... Y dijo con dignidad: — De Dios he recibido estos miembros, y, por sus leyes, los desprecio; pero espero obtenerlos nuevamente de Él.




2 Mac 14,46: Estando ya desangrado del todo, se arrancó los intestinos y, tomándolos con las dos manos, los arrojó a las tropas e invocó al Dueño de la vida y del espíritu que se los devolviera de nuevo; y de esta forma murió.




Estamos hablando de una continuidad corporal. El cuerpo no es un accesorio del cual se pueda prescindir.  Me puedo arrancar las entrañas … que el Dios de la vida me las va a devolver, el cuerpo es parte de todo el proyecto de Dios. Por tanto resurrección tiene que ver siempre con resurrección del cadáver para la vida eterna o para la muerte eterna. Por eso la tumba vacía es para Mateo el principal signo, vida significa que no hay cadáver. Y por tanto si Jesucristo no propone la misma vida que él ha recibido no puede haber cadáver en nuestra resurrección. 



La resurrección individual: La revelación da un paso adelante con ocasión de la crisis macabea. La persecución de Antíoco y la experiencia del martirio plantean entonces en forma aguda el problema de la retribución individual. Es una certeza fundamental que haya que aguardar el reinado de Dios y el triunfo final del pueblo de los santos del Altísimo, anunciados desde muy atrás por los oráculos proféticos: (Dan 7,13s.27; cf. 2,44). Pero ¿qué será de los santos muertos por la fe? El apocalipsıs de Daniel responde: «Gran número de los que duermen en el país del polvo despertarán; éstos son para la vida eterna; los otros, para el oprobio, para el horror eterno» (Dan 12,2). La imagen de resurrección empleada por Ezequiel e Is 26 se debe, pues, entender en forma realista: Dios hará que los muertos vuelvan a subir del šeol para que tengan participación en' el *reino. Sin embargo, la nueva vida en que entren no será ya semejante a la vida del mundo presente será una vida transfigurada (Dan 12,3). Tal es la esperanza que sostiene a los *mártires en medio de su prueba: se les puede arrancar la vida corpórea; el Dios que crea es también el que resucita (2Mac 7,9. 11.22; 14,46); al paso que para los malos no habrá resurrección a la vida (2Mac 7,14). A partir de este momento la doctrina de la resurrección se convierte en patrimonio común del judaísmo. (Léon-Dufour, 1977, pág. 776-Resurrección)




Preguntas que genera el tema:


¿El cuerpo que resucita tiene la misma apariencia  física de la persona?

¿Será que el término  "cuerpo" debe interpretarse de manera más amplia y no circunscribirse al mero 

aspecto físico?

¿Por qué se mantiene aún hoy día vestigios del pensamiento maniqueo?




Fuentes complementarias:


Léon-Dufour, X. (1972). Vocabulario de teología bíblica. Editorial Herder, Barcelona.




domingo, 21 de junio de 2020

LECCIÓN 6. ¿A dónde va el ser humano cuando muere?


Retomando el tema de la lección anterior, para el judío los “componentes” del ser humano no existen por separado sino que conforman una unidad integral. Así cuando el Evangelio según Juan expresa que el verbo se hizo carne significa que Jesús asume absolutamente toda la condición humana, su fragilidad física y moral, su inclinación hacia el pecado como todo hombre, solo que Jesús decide no pecar y su plena confianza en el Padre. De ninguna manera Jesús rechaza su fragilidad, en el Getsemaní siente hambre, sed, frío, cansancio y ante la tentación responde desde la Palabra de Dios.  De manera que no es justificable la denominada “ética de la carencia” en la que la persona se justifica al decir que peca porque le hace falta tal o cual cosa, si Jesús hombre verdadero no peca por decisión propia, así cualquier persona puede hacerlo.

 

En el tema de la semana pasada se abordó la concepción judía del hombre como ruah, basar y nefesh. El ruah es la dimensión de espíritu, no la parte espiritual, sino su condición de relación con Dios, y cuando se da la ruptura de esa relación es cuando sobreviene la muerte no entendida en plano biológico pues alguien puede presentar signos vitales físicos y estar muerto ante Dios. La vida fue dada por Dios al ser humano y por a través del soplo divino lo dota de razón, voluntad y libertad.

 



Uno de los rasgos más sobresalientes del ser humano es su libertad, gracias a ella es capaz de amar y tomar decisiones. El profeta Isaías y posteriormente Jesús afirma que él ha venido a devolver la libertad a los cautivos (Lc 4,18), con ello está diciendo que le devuelve al hombre aquello que lo determina como ser vivo en vista de sus facultades de pensar, decidir y con ello de restablecer su relación con Dios. También el pasaje de Lucas indica el lugar teológico del encuentro con Dios, los pobres; pero a la pobreza que llama Jesús no es hacia la miseria sino la poner los bienes al servicio de los demás, que la riqueza de unos no signifique la carencia de otros.

 

La lección de la semana seis desarrolla el tema del lugar de los muertos. El conflicto más grande para los israelitas es que la existencia del ser humano desaparezca, si el ruah llegara a desaparecer, si aquel soplo que viene de Dios se extingue puede decirse que de alguna manera Dios también desaparece, se daría una contradicción pues Dios siempre es vida y no tiende a la muerte. Yahveh es el Señor creador, no puede ser creador y destructor a la vez porque en Dios no hay contradicción.

 

Entonces si el hombre no se desaparece al morir ¿a dónde va?. Para el judío el lugar de los muertos es el Sheol, el lugar teológicamente consecuente en el que la muerte no destruye la existencia.

 

Según el pensamiento bíblico todo los muertos se reúnen en el sheol, los israelitas se imaginaban este lugar bajo la tierra, bajo el gran océano o abismo sobre el cual flota la tierra, como un disco plano según la imaginación semita, así pues los  muertos habitan debajo del agua (Job 26,5: “Las Sombras tiemblan bajo tierra, las aguas y sus habitantes se estremecen”, cfr. 38,13-17), los únicos moradores son los muertos ni Satán mismo es colocado ahí. En el sheol reina una densa oscuridad (Job 10, 21s; Sal 88, 7-13) sus moradores nunca ven la luz, su existencia se caracteriza por la suspensión de toda actividad (Ecl 9,10), de todo goce (Eclo 14, 12.16); los muertos ignoran lo que pasa en la tierra (Ecl 9,5, Job 14,21; 21,21; Is 63,18). En la literatura judía posterior se halla la idea de que por lo menos los justos tienen conocimiento de lo que sucede en la tierra y pueden rogar por los vivos (2Mac 15, 12-16).  ( De Ausejo, 1987, p. 1828).

 

En el Sheol no hay relaciones de ningún tipo aspecto preponderante para el mundo judío, todo aquello que impida al hombre relacionarse con Dios o con otras personas implica una desgracia, se relaciona con la muerte; de modo que la enfermedad y el sufrimiento son vistos como elementos que rompen la relación comunitaria. Por eso los evangelios presentan a los leprosos como seres despreciados por la sociedad y además su impureza no les permite acercarse al templo ni la comunidad, son expulsados, en cierto sentido han muerto para los demás.

 

Para el judío el verdadero mal que al que enfrenta la muerte no es la muerte en sí misma sino la falta de relaciones sociales equitativas, todo acto de exclusión comunitaria del individuo significa matarlo. El magisterio de la Iglesia toma en desarrolla el pensamiento judío y le da gran importancia a las relaciones que expresa:

 

la salvación consiste en nuestra unión con Cristo, quien, con su Encarnación, vida, muerte y resurrección, ha generado un nuevo orden de relaciones con el Padre y entre los hombres, y nos ha introducido en este orden gracias al don de su Espíritu, para que podamos unirnos al Padre como hijos en el Hijo, y convertirnos en un solo cuerpo en el primogénito entre muchos hermanos (Rm 8, 29) (Placuit Deo,4)”.

 

Y continúa orientando el documento haciendo énfasis en la comunidad:

 

 la mediación salvífica de la Iglesia, «sacramento universal de salvación»,nos asegura que la salvación no consiste en la autorrealización del individuo aislado, ni tampoco en su fusión interior con el divino, sino en la incorporación en una comunión de personas que participa en la comunión de la Trinidad (Placuit Deo, 12).

 

Continuando con la visión judía. El asunto que la totalidad de la comunidad trasciende el mundo terreno al punto que al morir todos los seres humanos justos e impíos van sin excepción al lugar de los muertos (Qo 9,3). Como todos al morir van al mismo lugar sin importar su conducta de vida, entonces debe existir un aliciente en esta vida para los justos; de ahí surge la retribución histórica en la que los beneficios otorgados por Dios se dan en esta vida, al bueno le va bien al malo le va mal, y si por alguna razón el bienestar no lo disfruta el justo lo harán sus hijos, es una teología del más allá.

 

Sin embargo, esta convicción judía sufre cambios al darse el exilio a Babilonia, un acontecimiento que no hizo distinción de personas, los bienes más preciados como la tierra y la familia se pierden. Aún más los fieles a Yahvé se sienten los más perjudicados pues ven que los que traicionan la Alianza son colmados de bienes, los justos serán ahora los pobres del Señor (anawin). Lógicamente el impacto del exilio marcará la literatura judía, el libro de Job y el Qohélet darán pie a construir una teología más congruente del más allá.

El libro de Job presenta como el protagonista, del mismo nombre, pierde por influjo del diablo a sus hijos, el ganado, las tierras y queda sin nada, al punto de exclamar “¡perezca el día en que nací, y la noche que dijo: “Un varón ha sido concebido!” El día aquel hágase tinieblas… no se añada a los días del año, ni entre la cuenta de los meses” (Job 3,3-6); claramente este texto confronta el tradicional pensamiento de la retribución histórica.

 

Por su parte el Qohélet también pone en entredicho la retribución histórica “ pues mientras uno sigue unido a todos los vivientes hay algo seguro, pues vale más perro vivo que león muerto. Porque los vivo saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria” (Qo 9,4-5). Considera lo que vale es estar vivo, aunque tampoco es una ventaja porque a los buenos les va mal y a los malos bien; ante tal panorama el corazón del hombre comienza a llenarse de maldad. Luego se pregunta Qohélet ¿ho habrá otra forma de ver las cosas?

 

Algunos Salmos van en el sentido que si Dios es justo no es posible que su justicia se quede en la tierra en donde evidentemente la retribución histórica no siempre se cumple; debe haber un destino diferente para los justos e impíos.

 

¿Quién hay para mí en el cielo? Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra. Mi carne y mi corazón se consumen: ¡Roca de mi corazón, mi porción Dios por siempre! Sí, los que se alejan de ti perecerán, tú aniquilas a todos los que te son adúlteros. Mas para mí, mi bien es estar junto a Dios; he puesto mi cobijo en el Señor, a fin de publicar todas tus obras. (Sal 73, 25-28).

 

El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja. Así andan ellos, seguros de sí mismos, y llegan al final, contentos con su suerte. Como ovejas son llevados al sheol, los pastorea la Muerte, y los rectos dominarán sobre ellos. Por la mañana se desgasta su imagen, ¡el sheol su residencia! Pero Dios rescatará mi alma de las garras del sheol me cobrará. (Sal 49, 13-16).

 

Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa; pues no has de abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa. Me enseñarás el camino de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre. (Sal 16, 9-11).

 

 

A partir de esta reflexión se va construyendo otra idea. Ya no se referirá a los muertos como todo un conjunto común (refaim) sino que empezará a tratarse el destino de cada uno de manera individual. La vida de cada individuo toma consistencia particular de modo que el destino del más allá también será particularizado. Esta concepción deviene en que el muerto deja de ser una sombra anónima, como se pensaba antes, ahora se entiende como una persona total pues para recibir la retribución en el más allá debo estar completo en mis tres dimensiones de basar, nefesh y ruah. Así se va a construir una teoría consecuente con la resurrección del cadáver, y mucho más adelante el cristianismo dará un gran salto al resucitar Jesús.

 

 

 

Preguntas que genera el tema:

  

Fuentes complementarias:

 

Biblia de Jerusalén. (2009). Bilbao. Editorial Desclée De Brouwer.

 

De Ausejo, S. (1987). Diccionario de la Biblia, Editorial Herder, Barcelona.

 

Carta “Placuit Deo” de la Congregación para la doctrina de la fe a los obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la salvación cristiana. Recuperado de:

https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/03/01/plac.html


miércoles, 17 de junio de 2020

LECCIÓN 5. ¿Dios hizo la muerte?





El tema central de la Escritura es la relación del ser humano con Dios, en esta no vamos a encontrar desarrollos filosóficos, sino convicciones de fe que dan respuesta a las interrogantes del ser humano. Para la Biblia la muerte no es un asunto meramente biológico, sino quien está muerto es todo aquel que ha roto su relación con Dios.

 




El ser humano rompe su relación con su Creador a través del pecado y es entonces que se produce la muerte, estar muerto es no tener relación con Dios, al darse la ruptura  sobreviene la muerte física. Curiosamente el hombre teme a la muerte física y no le procura miedo su estado relacional con Dios, al punto que muchos pueden estar vivos biológicamente y a la vez muertos.

 

Para comprender mejor se parte del hecho que Dios es el creador de todo cuanto existe, el proyecto original es que sus criaturas tengan vida y por ende lo natural es que  miren hacia la vida que es Él mismo. Siendo así la muerte no es algo natural, es lo más antinatural porque no hay ser humano sin relación con Dios, un ligero ejemplo es “la acción de caminar requiere un esfuerzo pero es algo connatural, así vivir requiere esforzarse pero es algo connatural, es más difícil morir y por ende la muerte no es algo connatural al ser humano”.

 

Ahora bien, si lo natural es la relación con Dios; ¿por qué el hombre muere? La Sagrada Escritura responde que la muerte entra al mundo por el pecado que a su vez en inducido en el ser humano por la influencia del diablo.

“Porque Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su mismo ser; pero la muerte entró en el mundo por envidia del diablo, y la experimentan sus secuaces” (Sab 2, 23-24).


Lo que el diablo envidia es que el ser humano no tiene chance de ser demonio por siempre gracias a la posibilidad del don de la redención otorgado por Dios, en cambio el demonio no tiene esa opción sus acciones son eternas; por lo que habiendo el hombre cometido el mismo pecado que el demonio siempre puede volver a Dios si se lo propone y con ello recuperar la vida.

 


El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios los ángeles no, siendo pues más divino que los ángeles mismos. Por lo que aquella trillada frase que escuchamos cuando un niño muere, “ahora es un angelito Dios lo quería para Él”, no tiene ningún sentido porque el ser humano no fue creado para alterar su naturaleza, y aún más gracias a Jesucristo se hace hijo en el Hijo al punto de estar a la derecha de Dios Padre porque donde está la cabeza de la Iglesia ahí están sus miembros.

 

2Co 3,18: “Y todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos”

 

Col 2,9: “Porque en Cristo reside la plenitud de la divinidad corporalmente, y vosotros alcanzáis la plenitud en él, que la cabeza de todo principado y de toda potestad”.


Col 2,13: “Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros delitos y vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos”.

 

 

Ni la muerte moral ni la muerte física son elementos queridos por Dios, el pecado no fue introducido por el ser humano sino por el demonio y el ser humano con sus acciones le permite entrar y luego la muerte, lo que el diablo quiere es separar (dia-bolos) al hombre de Dios.

 

“¿No sabéis que, si os ofrecéis a alguien para obedecerle, os hacéis esclavos de ése a quien obedecéis? Así, la esclavitud al pecado conduce a la muerte, y la obediencia a Dios, a la justicia” ( Rm 6, 16)

 

En la muerte del hombre, no se cumple simplemente un hecho biológico, como el final de un ciclo en la naturaleza, sino que se manifiesta un poder vigente en el mundo, en el que se encarna el última enemigo del Dios de la vida (cfr. 1Co15,26; Ap 20,14). Pablo habla de este poder como de una realidad que entró en el mundo por el pecado (Rm 5,12) y que, desde entonces, ha instaurado su dominio en el mundo. (Lona, 2008, p. 253)

 

 









La inmortalidad desde la perspectiva bíblica significa la comunión eterna con Dios y no meramente al extensión indefinida de la vida conocida, idea proveniente del pensamiento griego; quienes además consideraban que la vida se prolonga como un recuerdo en la historia. Un claro ejemplo de lo anterior es la película “Coco” de Disney cuyo personaje principal se esfuerza por no olvidar a sus antepasados son pena de que si lo hace sus familiares difuntos no podrán pasar el puente hacia la eternidad.






El mundo griego consideraba al ser humano como la conjunción de cuerpo y alma, en la que el alma era el yo, el cuerpo un receptálo del alma o una cárcel en que se encontraba presa; al morir el cuerpo podía desaparecer pero la persona seguía existiendo por la la inmortalidad del alma. El pensamiento dualista de Platón llevará a despreciar el cuerpo y a exaltar el alma, llegó a hablar de la transmigración del alma casi entendida como una reencarnación pues consideraba el alma como el yo que puede compartir diferentes estados o condiciones. Por lo que era más fácil hablar de una realidad espiritual sin importar lo que pasara con el cuerpo.

 




En cuanto a la visión hebrea, el Antiguo Testamento cuando habla de la persona la relaciona con tres componentes integrales, el basar, el nefesh y ruah.

 

Basar: significa originariamente la carne de cualquier ser vivo, hombre o animal: Is 22,13; 44,16; Lv4,11;26,29. De ahí pasa a designar al mismo ser viviente en su totalidad, en cuanto visiblemente emplazado en el campo de percepción visible de los demás seres. La carne es la manifestación exterior de la vitalidad orgánica; en este sentido, su significado se aproxima al que en las lenguas modernas tiene el cuerpo en textos como Nm 8,7; Jb 4,15; 1R21,27. Basar se emplea además, frecuentemente, como designación del hombre entero: Sal 56, 5.12 (la carne del v.5 pasa a ser el hombre del v.12). La designación del hombre como carne sugiere a menudo los matices de debilidad -no solo física, sino también moral-, fragilidad y caducidad inherentes a la condición humana: Gn 6, 12 (la carne se asocia a una conducta pecaminosa); Is 40,6 (la carne es tan efímera como ha hierba campestre) ( De la Peña,1988, pag. 20)

 

Nefesh: se asocia al principio vital que en el Antiguo Testamento se relacionaba con la sangre y que posteriormente se le relacionará con el alma. El Levítico afirma “la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras vidas, pues la expiación por la vida se hace con la sangre” (Lev 17,11). El basar no tiene vida sino tiene nefesh.

 

Es el centro vital inmanente al ser humano, la persona concreta animada por su propio dinamismo y dotada de sus rasgos distintivos, hasta el punto de que con este término se puede significar lo que hoy llamaríamos la personalidad o la idiosincrasia de tal o cual ser humano; así se dice que Israel -que fue extranjero en Egipto- “conoce la nefes del extranjero” (Ex 23,9) ( De la Peña,1988, pag. 21)

 

Ruah: el hombre es el ser constitutivamente abierto hacia arriba; esta apertura trascendental de ser humano puede ser colmada por la colación del ruah. El término significa primeramente brisa, viento: Gn 3,8; Ex 10,13; Is 7,2; consiguientemente, significará la respiración (Gn 41,8) o incluso la vitalidad (Gn 45, 27; Jue 15,19). Pero en la mayoría de los casos se usa para denotar el espíritu de Yahvé. Se trata, por tanto, a diferencia de nefes, no ya del aliento inmanente al ser vivo, sino de una fuerza creadora o de un don divino específico: Jb 33,4; 34,14-15; Sal 33,6; 51,12-13; 104,29-30; Is 31,3. ( De la Peña,1988, pag. 24)

 



El ruah es único y exclusivo del ser humano, es el soplo de Dios. Es lo que otorga al ser humano razón y voluntad porque es lo que en cierta forma lo hace semejante a Dios; otorga la capacidad de pensar y de ser libre, le permite experimentar emociones. Para el judío ninguno de estos elementos puede subsistir por sí solo pero la más importante es el ruah pues es el que determina el diálogo que Dios establece con el ser humano y por tanto si Dios habla espera una respuesta del hombre y es tan fundamental el asunto que su existencia depende de la escucha constante de la palabra divina.


 

El cristianismo toma la concepción hebrea y la desarrolla aún más, considera que Dios al crear al ser humano no es que toma un alma y se la asigna a un cuerpo producto de la relación de los padres sino más bien un alma no puede existir sin estar referida con la materia, ni un cuerpo humano es tal sino está animado por el alma.

 

Por tanto, cuando se afirma que el alma es “creada”, es menester hacer algunas distinciones:

a)                 La creación es una producción de la nada. Pues bien el alma se produce en la materia, aunque no de la materia: jamás se ha producido un alma sin una materia organizada, no hay materia dispuesta a convertirse en cuerpo humano antes de recibir el alma humana. Por eso, la producción del alma, a diferencia de la creación del mundo, supone necesariamente una realidad creada ya existente.

b)                 En la producción del alma la acción divina no tiene como término al alma separada, sino al hombre completo: efectivamente, el hombre no es un conglomerado de dos substancias completas, sino un único sujeto encarnado. El cuerpo humano no es la misma materia inorgánica que preexistía y que era necesaria para su generación. (Flick-Alszeghy, 2006, n.º 253)

 

De tal manera al resucitar Jesús lo hizo en su totalidad en cuerpo y alma. Con la resurrección de Jesús se revela que toda persona es la que está frente a Dios, el alma (el yo) es un integral del ser humano y no solo un componente aislado, de modo que es posible afirmar que todo el hombre en su ser integral es inmortal.


La pervivencia tras la muerte aparece, por ejemplo, en la parábola del pobre “Lázaro” (Lc 16,22) o en la promesa al Buen ladrón (“hoy estarás conmigo en el paraíso”, Lc 23,43). Por otra parte, la idea de que se puede perder o ganar el alma (Mc 8, 36; Mt 10,39), alude evidentemente a la pervivencia del sujeto y a la vida del más allá: “temed a aquel que puede mandar el cuerpo y el alma al infierno” (Mt 10,28); aunque la palabra “alma” tenga aquí un sentido más genérico que en el uso filosófico. (Lorda, 2009, p. 204).

 

 

   En pocas palabras para finalizar, “Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes, sino que todo lo creó para que subsistiera” (Sab 1, 13-14). Ante la discusión que le plantean los saduceos Jesús responde “Dios no es es un Dios de muertos sino de vivos” (Mc 12,27). De manera que la vida a la que se refiere Jesús no es meramente biológica sino algo que va mas allá, la vida terrenal se acaba y nadie puede comprarla ni pagar a Dios por salvarse (Sal 49,7), pero la vida eterna que Dios nos ofrece si está en nosotros aceptarla o darle la espalda.





Papa Francisco reflexiona acerca de la muerte.


 

 

Preguntas que genera el tema:

 

¿Hay influencia griega (alma separada del cuerpo) en el pensamiento del apóstol Pablo cuando escribe “Así pues, siempre llenos de ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos desterrados lejos del Señor, pues caminamos en fe y no en visión… Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor” (2Co 5, 6-8)?

 

 

 

Fuentes complementarias:

 

De la Peña, J. (1988). Antropología teológica fundamental. Editorial Sal Terrae, Santander.

 

Flick M, Alszegy Z. (2006). Antropología Teológica. Ediciones Sígueme, Salamanca.

 

Lona, H. (2008). ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?. Editorial Claretiana, Argentina.

 

Lorda, J. (2009). Antropología Teológica. Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona.

 





 








miércoles, 10 de junio de 2020

LECCIÓN 4. ¿Según el pensamiento de Ratzinger, utopía y escatología son conceptos contradictorios?

Link de accceso al artículo en cuestión:

https://drive.google.com/file/d/1Pd5AsY5YebKakH4MDa1C9MkTzNrHE0D_/view?usp=sharing



Antes de dar su opinión al respecto Ratzinger delimita y describe lo que él entiende bajo los conceptos de utopía y escatología. Aclaro que para efectos de este escrito todo lo que se se cita entre comillas es propio del texto de Ratzinger salvo se indique lo contrario.


Para el teólogo alemán la utopía tiene su origen en el pensamiento de Tomás Moro “como una forma política que podría caracterizarse como platonismo con elementos cristianos” cuyo propósito es construir un estado ideal sin por ello ser una filosofía de la historia, una idea que Ratzinger respeta y acepta como como un elemento que se dió en un determinado tiempo y respondía a los hechos del Renacimiento.


















No obstante por otra parte, considera que el modelo utópico promovido por pensadores como Erns Bloch es “conceptualmente inexacto”, no tiene cabida pues va en contra del concepto puro de utopía por cuanto pasa de algo dado a algo posible siendo así que este mejor lugar que no existe (u-topós) pueda existir midiendo el presente con su modelo ideal y promoviendo que se acerque lo mejor posible. Este aspecto claramente va en contra de lo propuesto por Tomás Moro cuya utopía nace como ontología platónica con miras a la “construcción racional de instituciones comunitarias óptimas que posibiliten una vida feliz” pero no es concebida como realidad futura.




Ahora bien, Ratzinger entiende la escatología como una expresión de la fe, apoyada en la resurrección de Jesús que lleva al ser humano hacia la vida eterna y el Reino de Dios. Es una mezcla entre la fe cristiana y la búsqueda de los griegos de una razón (logos) que haga comprensibles las cosas, y es precisamente esta búsqueda de sentido lo que tiene en común con la utopía. Ante la visión utópica de llamar al ser humano a obrar dirigido por la razón y la escatología dada como paciencia receptiva de la fe, el autor lanza la interrogante de fondo “el mensaje escatológico que remite al hombre a la pasividad de lo recibido ¿puede convertirse en un lenguaje práctico y referido a la acción, o no?” Para contestar parte de cuatro modelos descritos brevemente en los que expresa su punto de vista, qué le parece bien y qué desaprueba.





Menciona en primer lugar el modelo milenarista, cuyos seguidores ven su origen en el capítulo veinte del libro del Apocalipsis al describir un reinado terrenal de Cristo; que si bien habla de escatología, la presenta como una copia de lo terreno e histórico aplicada a lo ultraterreno y metahistórico. Idea que va de la mano con la bidimensionalidad de la esperanza judía del Antiguo Testamento en la que lo histórico y lo metahistórico se mezclan. Dos ejemplos muy concisos se encuentran en el libro de los Salmos y en segundo libro de Samuel:


“Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra. Con cetro de hierro, los quebrantarás” (Sal 2,9).

“Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme eternamente” (2Sm 7,16).


Ambos textos dan por sentados éxitos, seguridades y poderes del nuevo Reino de David, “la profecía de Natán legitíma la institución de la monarquía en nombre de Dios y puede ser tomada como punto de partida del mesianismo dinástico que caracteriza la teología centrada en la casa de David” (Levoratti, (2005), p.855). Ratzinger coincide con filósofo judío Martín Buber al calificar el discurso milenarista como  “lenguaje teopolítico” cuyo error está en mal interpretar la apocalíptica judía, que bien entendida manifiesta una referencia a la trascendencia pero construyendo una filosofía de la historia; cosa que el milenarismo no hace pues prescinde de dicha filosofía.


Ante la concepción milenarista , el autor contrapone el ejemplo del profeta Jeremías, considera que su mensaje va en línea de una correcta visión escatológica. Jeremías no emplea lenguaje teopolítico sino más bien promueve una política racional puesta en práctica bajo la responsabilidad del creyente ante Dios, es una línea de acción y no de quedarse con los brazos cruzados. No así los oponentes del profeta que se amparaban en la seguridad de los oráculos de David y las profecías del Templo.



Ruinas monasterio Qumrán



Ratzinger se opone al modelo milenarista e incluso lo considera herético porque “no está ligado a una determinada concepción global de la historia”. Claramente su pensamiento no va con la regla de la guerra de Qumrán, quienes interpretaban la construcción apocalíptica de la historia en la que Dios instaura un reino definitivo valiéndose de los ejércitos al mando del arcángel Miguel.




El segundo modelo lo denomina “eclesiástico de síntesis”. Su planteamiento consiste en establecer diálogo con Platón y su ontología al verla cercana al esquema mental de la escatología. El lazo de encuentro entre la escatología y el más allá del platonismo (la utopía del mundo de  las ideas) se logra porque “individuo y comunidad sólo pueden subsistir si existe un orden del ser, más amplio que ellos y justo, con el que puedan medirse y ante al que que puedan ser responsables ambos”. Dicho en otras palabras para la Iglesia ese “ser” es Dios, el justo por excelencia y quien lo abarca, esta convicción da sentido a la realidad cuya configuración no se limita a lo terrenal sino que también tiene sentido escatológico y ante el cual el ser humano manifiesta su responsabilidad en sus acciones. De ahí que Ratzinger afirma: “la localización de la escatología en Dios y no en la historia, posibilita su vinculación con la tradición del pensamiento platónico”, por cuanto la escatología no se vincula con ninguna filosofía de la historia sino con una ontología, su eje es Dios mismo concretado en Cristo.


Un tercer modelo es visto en “la comunidad utópica de los monjes”. Inspirado en la frase evangélica “las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20), los monjes intentaban hacer presente la utopía en este mundo al considerar que la diferencia del mundo desaparecían en el convento. Si bien se mantiene en alguna forma el elemento utópico se diferencian del planteamiento platónico pues su utopía es parcialmente realizable, no están en el mundo pero a la vez si está por cuanto siempre hay una relación con el mundo mediante la vida comunitaria del convento. Luego vendrán nuevas interpretaciones por ejemplo en el Franciscanismo cuyo punto de atención lo dirigen a desarrollarse en las ciudades formando comunidades de ciudadanos, más adelante se forman la tercera orden seglar trasladando el modelo utópico a la vida tópica de los ciudadanos normales. A Ratzinger tampoco le parece la posición del abad de la edad media Joaquín de Fiore quien al hacer una síntesis entre utopía monacal y milenarismo, cae en el error de historizar la utopía, según él de adelanta la próxima fase de la historia en la que el hombre participa activamente al construir su salvación, dando así a la historia un sentido en sí misma.


El último en mención es el “proyecto evolucionista de Teilhard de Chardin”.  Del que llama la atención al denominar a Cristo como “punto omega” hacia lo que todo deben encaminarse pues Cristo es cabeza del cosmos y cabeza del cuerpo de la Iglesia. Aunque Ratzinger no lo califica como milenarista porque este proyecto no presenta una filosofía de la historia ni tampoco tiene programa político concreto, si lo ve con cierto recelo y lo define como política tecnocrática, el progreso del hombre como evolución arraigada en una fe que recibe rasgos míticos; y por tanto el autor lo considera peligroso pues exclusivamente manipulable en función del conocimiento técnico, es decir lo que se afirma hoy puede echarse al suelo mañana.




















En síntesis, para Ratzinger los cuatro modelos presentan algunos elementos que se pueden rescatar aunque sin embargo han sido llevados por caminos equivocados. La interpretación cristiana de la utopía más ortodoxa es aquella que se vale del platonismo como ontología y no como estructura. 


De plano rechaza el milenarismo por su incorrecta escatología impregnada por una apocalíptica mal interpretada, porque espera una salvación intrahistórica mediante los medios políticos, es enfático en afirmar “las nuevas formas de milenarismo no es nada nuevo” y con esto resta valor al marxismo, a la teología de la liberación, al lenguaje teopolítico. Del modelo de la comunidad utópica de los monjes critica su propósito de adelantar la utopía al menos parcialmente y en la que el hombre con su aporte va construyendo su salvación. Por otro lado, del modelo evolucionista de Teilhard de Chardin rescata el concepto de “Cristo cabeza del cosmos” pero considera que se equivoca al poner la esperanza en la tecnocracia.


El modelo que Ratzinger ve con mejores ojos es el eclesiástico de síntesis. Y esa es la clave precisamente, la utopía en su sentido más puro como lugar ideal al que está el ser humano llamado a colaborar en su realización no contradice a una escatología abordada con la visión de Platón como ontología.


Ratzinger considera que utopía y escatología no se contradicen siempre y cuando:


-La espera escatológica no contenga una consumación intrahistórica.

-La historia es capaz de una consumación total aunque exterior a ella misma.

-La historia no tiene sentido en sí misma, el sentido se lo da el Ser que está mas allá (Dios).

-La escatología es la garante del sentido intrahistórico y posibilita la utopía que elabora modelos de máxima justicia y los erige en tarea de la razón política.


Finalizo con texto iluminador en el sentido de acercarnos más al comprendrer del pensamiento de Josep Ratzinger:

él sabe que muchas de estas expectativas no pueden cumplirse plenamente en la existencia histórica y que en determinadas ocasiones hacen quiebra. Sólo una gran esperanza que permita mantenerse en esas circunstancias difíciles y que implique el triunfo sobre la muerte merece tal nombre. Y esa esperanza está radicada en Dios que llama del no ser a la existencia, resucita a los muertos y garantiza una vida eterna en plenitud. Se trata del Dios revelado en Jesucristo, un Dios personal, que es inteligencia, logos, voluntad, amor, liberación de mitos y fuente de libertad (Madrigal, (2009), p. 165).






Dos videos complementarios: el primer es una introducción a la escatología desarrollada por Fray Nelson Medina OP. y el segundo es una breve descripción de la obra "Utopía" de Tomás Moro.








Preguntas que genera el tema:


- ¿Cuáles son las motivaciones de la sociedad actual al haber perdido el sentido de utopía, qué es lo que le da esperanza?

 

- Ratzinger incluye dentro de los proyectos milenaristas a la teología de la liberación. ¿Se puede hablar de una teología de la liberación actual sin los movimientos socio-políticos que fueron su punto de partida?


Fuentes complementarias:


Biblia de Jerusalén. (2009). Bilbao. Editorial Desclée De Brouwer.


Introducción general a la escatología.

https://www.youtube.com/watch?v=JAesNJlsjKQ&t=1080s

Levoratti, A. (2005). Comentario Bíblico Latinoamericano, Antiguo Testamento Vol 1. Navarra, Editorial Verbo Divino.


Madrigal, S. (2009). El pensamiento de Joseph Ratzinger. Madrid, Universidad Pontificia Comillas-Editorial San Pablo.


Utopía de Tomás Moro.

https://www.youtube.com/watch?v=qc9YWCtYfMQ&t=99s


LECCIÓN 13. ¿Cómo será la resurrección de los muertos?

La lección pasada concluye con una idea totalmente nueva para la mayoría de los cristianos: “Dios no condena a nadie, es el mismo hombre qui...