El asunto de la muerte es algo que marca la vida de todo ser humano, al punto que en la mayoría de las culturas han echado mano de acompañar la muerte de los suyos con ritos que en cierto sentido tratan de explicar el misterio.
No obstante, la sociedad actual se esfuerza por no prestar atención a la muerte, busca los medios para ritualizar otros momentos de la vida del individuo, así vemos como se ritualiza la primera relación sexual, el éxito económico de un negocio, el triunfo de la selección nacional de fútbol; todo muestra la ritualización de lo banal ante lo verdaderamente significativo.
“No habiendo podido los hombres curar la muerte han imaginado para volverse dichosos no pensar en ello”. Pascal
Para Pascal la muerte se convierte en algo evasivo, el hombre huye del dolor y se vale de subterfugios para creer que lo tan temido nunca llegará, como si no hablar del tema produjera su desaparición.
En la vida cotidiana es común escuchar frases de consuelo:
Una canción del cantante mexicano César Costa expresa “¿porqué se fue y por qué murió?. ¿Por que el Señor me la quitó?”, mostrando así la actitud egoísta por la muerte de un ser querido. Por lo general se escuchan frases como “ahora que hago yo sin ….”, claro ejemplo de condicionar la vida en función de la existencia del otro, pensamiento que trae al suelo todo el mensaje del cristianismo porque deja de lado el mensaje kerigmático de la resurrección de Cristo.
El Magisterio de la Iglesia ofrece al ser humano la interpretación correcta ante el misterio de la muerte, “Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera” (GS18)
La Iglesia como maestra que es, nos enseña en la liturgia del prefacio I de difuntos las palabras más acertadas ante la muerte, “En él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, a quienes la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque para los que creemos en ti, la vida no termina, sino que se transforma, y al deshacerse esta morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.(CEE, 1988, p.1115)
La Sagrada Escritura muestra la verdad ante el miedo a la muerte inserto en el ser humano, este procede de su condición pecadora y de la cual el diablo ha tenido un papel preponderante.
“Por tanto, así como los hijos participan de la sangre y de la carne, así también participó él de las mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo, y libertar a cuantos, por temor a la muerte, estaban sometidos a la esclavitud” (Hb 2, 14-15).
“Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen” (Sab 2,23-24)
"El libro de la Sabiduría utiliza el término aphtharsia (incorruptibilidad) como un presupuesto de la inmortalidad. Lo que en Gn3 se decía de la prohibición de acceder al árbol de la vida y la expulsión del paraíso, sugiriendo un estado original de vida plena, se afirma ahora en lenguaje filosófico. El tema del hombre creado a imagen de Dios (Gn 1, 26) encuentra una nueva formulación. La imagen de Dios está referida a la eternidad divina, de la cual el hombre participaba en los orígenes" (Lona, 2008, p. 92)
Ante tal panorama el ser humano no debe rendirse a las asechanzas del pecado, la Iglesia manifiesta que “el misterio del hombre se esclarece en el misterio del verbo encarnado” y “aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu que habita en vosotros" (Rom 8,11). Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección” (GS22).
El mensaje esperanzador del Concilio Vaticano II permite al hombre encuentrar el rumbo hacia donde dirigir su existencia, Cristo como cabeza de la Iglesia es quien muestra el camino que seguirán todo el que se mantenga unido a él, es la prenda de salvación que Dios nos regala no para tener la mirada puesta en él como si de un gurú o chaman se tratara sino como el mismo Cristo como camino, verdad y vida (Jn 14,6).
Uno de los mensajes del cristianismo primitivo que más caló en los romanos fue que no temían a la muerte. Por tanto se convirtieron en un grupo de cuidado pues el Imperio no encontró un factor más disuasivo que la muerte. San Ignacio de Antioquía pensaba “es mejor morir para Jesucristo que reinar sobre los confines de la tierra”.
Fue tanta la influencia cristiana que los camposantos cambiaron de nombre, en la cultura romana los llamaban “necrópolis” palabra griega que significa “ciudad de los muertos”; y pasaron a tomar el apelativo de “cementerio” cuyo significado es “dormitorio”. Desde los orígenes el cristiano muere de modo diferente porque la muerte es una pascua, su escatología no es una reflexión por un destino final incierto sino toda una teología de la esperanza, replanteando toda la vida porque saber qué hay después de la muerte influye en cada circunstancia de la vida.
La Escatología es una reflexión creyente acerca del misterio de consumación que Dios tiene reservado para la humanidad y el cosmos, es decir abarca la totalidad de la creación. No habla del fin del mundo sino de consumación que forma parte de una meta perfectamente definida porque fue directamente marcada por Jesucristo en su paso por la tierra y en su resurrección. No ninguna alusión a la destrucción de la vida personal ni de la historia sino referencia a un “telos”, una meta o finalidad concreta.
Por otra parte, el existencialismo ateo se desvincula totalmente de la esperanza cristiana al plantear que puesto “es absurdo vivir, también es absurdo morir”, define al ser humano como un “dasein”, un estar ahí sin más, un ser arrojado, botado sobre la existencia.
Para el existencialismo de Heidegger y posteriormente Sartre, discípulo de Heidegger, al ser humano lo que le queda es usar su libertad para encontrar sentido, toma las decisiones de forma autónoma, él mismo y nadie más decide qué hacer con su existencia, eso sí bajo premisa que es un ser abandonado al azar frente a una realidad impredecible.
El hinduismo presenta otra cosmovisión de la vida y la muerte, una visión cíclica de la realidad en la que la historia se curva sobre sí misma al punto que la llegada es también el punto de partida, no hay una meta (“telos”) ni tampoco un inicio (“arche”), la vida individual dentro de la visión hindú ingresa en ese ciclo.
Brahma es el gran ser del que emanan todos los seres, todo sale de él y regresa a él sucesivamente en un ciclo que dura millones de años. Cada vida humana está regida por la “ley del Atma”, es la chispa de Brahma que existe en cada ser humano, la que le permite redirigirse hacia Brahma. Una vez hecho el ciclo esa “atma” será determinada por el karma en la elección del cuerpo en que retornará a la vida de acuerdo a como haya vivido la compasión en la vida pasada en la vida que me correspondió vivir. Si hago actos compasivos me cargo de Karma pero por cada mal acto se me resta el karma, y de ello depende mi vida siguiente.
Para acabar ese proceso el ser humano debe purificarse, desprenderse cada vez más de mi propio yo. El momento culminante será cuando me vea libre de mi yo, a ese momento se llama “moksha”es decir mi liberación total. Una vez logrado eso me vuelvo Brahma.
- Si la muerte entró por la envidia del diablo ¿qué envidiaba el diablo al ser humano?
- Si para el existencialismo el hombre es un ser "arrojado" ¿no es contradictorio que se pregunte y trabaje en su proyecto de vida al ser el único responsable de su vida? pues el hecho de ser eyectado le resta toda dignidad y por ende derecho de construirse a sí mismo.
Conferencia episcopal española [CEE], (1989). Nuevo Misal del Vaticano II. Bilbao : Ediciones mensajero.Constitución Pastoral Gaudium et Spes.¿Qué es el Dasein?Lona, H. (2008). ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?. Buenos Aires: Editorial Claretiana.Las costumbres y ritos fúnebres de los romanos.
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