miércoles, 10 de junio de 2020

LECCIÓN 4. ¿Según el pensamiento de Ratzinger, utopía y escatología son conceptos contradictorios?

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Antes de dar su opinión al respecto Ratzinger delimita y describe lo que él entiende bajo los conceptos de utopía y escatología. Aclaro que para efectos de este escrito todo lo que se se cita entre comillas es propio del texto de Ratzinger salvo se indique lo contrario.


Para el teólogo alemán la utopía tiene su origen en el pensamiento de Tomás Moro “como una forma política que podría caracterizarse como platonismo con elementos cristianos” cuyo propósito es construir un estado ideal sin por ello ser una filosofía de la historia, una idea que Ratzinger respeta y acepta como como un elemento que se dió en un determinado tiempo y respondía a los hechos del Renacimiento.


















No obstante por otra parte, considera que el modelo utópico promovido por pensadores como Erns Bloch es “conceptualmente inexacto”, no tiene cabida pues va en contra del concepto puro de utopía por cuanto pasa de algo dado a algo posible siendo así que este mejor lugar que no existe (u-topós) pueda existir midiendo el presente con su modelo ideal y promoviendo que se acerque lo mejor posible. Este aspecto claramente va en contra de lo propuesto por Tomás Moro cuya utopía nace como ontología platónica con miras a la “construcción racional de instituciones comunitarias óptimas que posibiliten una vida feliz” pero no es concebida como realidad futura.




Ahora bien, Ratzinger entiende la escatología como una expresión de la fe, apoyada en la resurrección de Jesús que lleva al ser humano hacia la vida eterna y el Reino de Dios. Es una mezcla entre la fe cristiana y la búsqueda de los griegos de una razón (logos) que haga comprensibles las cosas, y es precisamente esta búsqueda de sentido lo que tiene en común con la utopía. Ante la visión utópica de llamar al ser humano a obrar dirigido por la razón y la escatología dada como paciencia receptiva de la fe, el autor lanza la interrogante de fondo “el mensaje escatológico que remite al hombre a la pasividad de lo recibido ¿puede convertirse en un lenguaje práctico y referido a la acción, o no?” Para contestar parte de cuatro modelos descritos brevemente en los que expresa su punto de vista, qué le parece bien y qué desaprueba.





Menciona en primer lugar el modelo milenarista, cuyos seguidores ven su origen en el capítulo veinte del libro del Apocalipsis al describir un reinado terrenal de Cristo; que si bien habla de escatología, la presenta como una copia de lo terreno e histórico aplicada a lo ultraterreno y metahistórico. Idea que va de la mano con la bidimensionalidad de la esperanza judía del Antiguo Testamento en la que lo histórico y lo metahistórico se mezclan. Dos ejemplos muy concisos se encuentran en el libro de los Salmos y en segundo libro de Samuel:


“Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra. Con cetro de hierro, los quebrantarás” (Sal 2,9).

“Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme eternamente” (2Sm 7,16).


Ambos textos dan por sentados éxitos, seguridades y poderes del nuevo Reino de David, “la profecía de Natán legitíma la institución de la monarquía en nombre de Dios y puede ser tomada como punto de partida del mesianismo dinástico que caracteriza la teología centrada en la casa de David” (Levoratti, (2005), p.855). Ratzinger coincide con filósofo judío Martín Buber al calificar el discurso milenarista como  “lenguaje teopolítico” cuyo error está en mal interpretar la apocalíptica judía, que bien entendida manifiesta una referencia a la trascendencia pero construyendo una filosofía de la historia; cosa que el milenarismo no hace pues prescinde de dicha filosofía.


Ante la concepción milenarista , el autor contrapone el ejemplo del profeta Jeremías, considera que su mensaje va en línea de una correcta visión escatológica. Jeremías no emplea lenguaje teopolítico sino más bien promueve una política racional puesta en práctica bajo la responsabilidad del creyente ante Dios, es una línea de acción y no de quedarse con los brazos cruzados. No así los oponentes del profeta que se amparaban en la seguridad de los oráculos de David y las profecías del Templo.



Ruinas monasterio Qumrán



Ratzinger se opone al modelo milenarista e incluso lo considera herético porque “no está ligado a una determinada concepción global de la historia”. Claramente su pensamiento no va con la regla de la guerra de Qumrán, quienes interpretaban la construcción apocalíptica de la historia en la que Dios instaura un reino definitivo valiéndose de los ejércitos al mando del arcángel Miguel.




El segundo modelo lo denomina “eclesiástico de síntesis”. Su planteamiento consiste en establecer diálogo con Platón y su ontología al verla cercana al esquema mental de la escatología. El lazo de encuentro entre la escatología y el más allá del platonismo (la utopía del mundo de  las ideas) se logra porque “individuo y comunidad sólo pueden subsistir si existe un orden del ser, más amplio que ellos y justo, con el que puedan medirse y ante al que que puedan ser responsables ambos”. Dicho en otras palabras para la Iglesia ese “ser” es Dios, el justo por excelencia y quien lo abarca, esta convicción da sentido a la realidad cuya configuración no se limita a lo terrenal sino que también tiene sentido escatológico y ante el cual el ser humano manifiesta su responsabilidad en sus acciones. De ahí que Ratzinger afirma: “la localización de la escatología en Dios y no en la historia, posibilita su vinculación con la tradición del pensamiento platónico”, por cuanto la escatología no se vincula con ninguna filosofía de la historia sino con una ontología, su eje es Dios mismo concretado en Cristo.


Un tercer modelo es visto en “la comunidad utópica de los monjes”. Inspirado en la frase evangélica “las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20), los monjes intentaban hacer presente la utopía en este mundo al considerar que la diferencia del mundo desaparecían en el convento. Si bien se mantiene en alguna forma el elemento utópico se diferencian del planteamiento platónico pues su utopía es parcialmente realizable, no están en el mundo pero a la vez si está por cuanto siempre hay una relación con el mundo mediante la vida comunitaria del convento. Luego vendrán nuevas interpretaciones por ejemplo en el Franciscanismo cuyo punto de atención lo dirigen a desarrollarse en las ciudades formando comunidades de ciudadanos, más adelante se forman la tercera orden seglar trasladando el modelo utópico a la vida tópica de los ciudadanos normales. A Ratzinger tampoco le parece la posición del abad de la edad media Joaquín de Fiore quien al hacer una síntesis entre utopía monacal y milenarismo, cae en el error de historizar la utopía, según él de adelanta la próxima fase de la historia en la que el hombre participa activamente al construir su salvación, dando así a la historia un sentido en sí misma.


El último en mención es el “proyecto evolucionista de Teilhard de Chardin”.  Del que llama la atención al denominar a Cristo como “punto omega” hacia lo que todo deben encaminarse pues Cristo es cabeza del cosmos y cabeza del cuerpo de la Iglesia. Aunque Ratzinger no lo califica como milenarista porque este proyecto no presenta una filosofía de la historia ni tampoco tiene programa político concreto, si lo ve con cierto recelo y lo define como política tecnocrática, el progreso del hombre como evolución arraigada en una fe que recibe rasgos míticos; y por tanto el autor lo considera peligroso pues exclusivamente manipulable en función del conocimiento técnico, es decir lo que se afirma hoy puede echarse al suelo mañana.




















En síntesis, para Ratzinger los cuatro modelos presentan algunos elementos que se pueden rescatar aunque sin embargo han sido llevados por caminos equivocados. La interpretación cristiana de la utopía más ortodoxa es aquella que se vale del platonismo como ontología y no como estructura. 


De plano rechaza el milenarismo por su incorrecta escatología impregnada por una apocalíptica mal interpretada, porque espera una salvación intrahistórica mediante los medios políticos, es enfático en afirmar “las nuevas formas de milenarismo no es nada nuevo” y con esto resta valor al marxismo, a la teología de la liberación, al lenguaje teopolítico. Del modelo de la comunidad utópica de los monjes critica su propósito de adelantar la utopía al menos parcialmente y en la que el hombre con su aporte va construyendo su salvación. Por otro lado, del modelo evolucionista de Teilhard de Chardin rescata el concepto de “Cristo cabeza del cosmos” pero considera que se equivoca al poner la esperanza en la tecnocracia.


El modelo que Ratzinger ve con mejores ojos es el eclesiástico de síntesis. Y esa es la clave precisamente, la utopía en su sentido más puro como lugar ideal al que está el ser humano llamado a colaborar en su realización no contradice a una escatología abordada con la visión de Platón como ontología.


Ratzinger considera que utopía y escatología no se contradicen siempre y cuando:


-La espera escatológica no contenga una consumación intrahistórica.

-La historia es capaz de una consumación total aunque exterior a ella misma.

-La historia no tiene sentido en sí misma, el sentido se lo da el Ser que está mas allá (Dios).

-La escatología es la garante del sentido intrahistórico y posibilita la utopía que elabora modelos de máxima justicia y los erige en tarea de la razón política.


Finalizo con texto iluminador en el sentido de acercarnos más al comprendrer del pensamiento de Josep Ratzinger:

él sabe que muchas de estas expectativas no pueden cumplirse plenamente en la existencia histórica y que en determinadas ocasiones hacen quiebra. Sólo una gran esperanza que permita mantenerse en esas circunstancias difíciles y que implique el triunfo sobre la muerte merece tal nombre. Y esa esperanza está radicada en Dios que llama del no ser a la existencia, resucita a los muertos y garantiza una vida eterna en plenitud. Se trata del Dios revelado en Jesucristo, un Dios personal, que es inteligencia, logos, voluntad, amor, liberación de mitos y fuente de libertad (Madrigal, (2009), p. 165).






Dos videos complementarios: el primer es una introducción a la escatología desarrollada por Fray Nelson Medina OP. y el segundo es una breve descripción de la obra "Utopía" de Tomás Moro.








Preguntas que genera el tema:


- ¿Cuáles son las motivaciones de la sociedad actual al haber perdido el sentido de utopía, qué es lo que le da esperanza?

 

- Ratzinger incluye dentro de los proyectos milenaristas a la teología de la liberación. ¿Se puede hablar de una teología de la liberación actual sin los movimientos socio-políticos que fueron su punto de partida?


Fuentes complementarias:


Biblia de Jerusalén. (2009). Bilbao. Editorial Desclée De Brouwer.


Introducción general a la escatología.

https://www.youtube.com/watch?v=JAesNJlsjKQ&t=1080s

Levoratti, A. (2005). Comentario Bíblico Latinoamericano, Antiguo Testamento Vol 1. Navarra, Editorial Verbo Divino.


Madrigal, S. (2009). El pensamiento de Joseph Ratzinger. Madrid, Universidad Pontificia Comillas-Editorial San Pablo.


Utopía de Tomás Moro.

https://www.youtube.com/watch?v=qc9YWCtYfMQ&t=99s


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